Los Chibchas consistían en un conjunto de pueblos indígenas que compartían rasgos linguísticos y un vasto territorio en el norte de Suramérica con diferentes pisos climáticos, el cual hoy en día forma gran parte de Colombia. El más desarrollado de estos pueblos era el Muisca, ubicado en una meseta hoy conocida como sabana de Bogotá. El pueblo Muisca llegó a formar un estado de 1,5 millones de habitantes con legislación y organización política propias.
Distribución geográfica:

Los pueblos Chibchas tenían un orígen común y a pesar de las distancias y la difícil topografía que los separaba, tanto los asentamientos como los pueblos nómadas se comunicaban entre ellos y disfrutaban de intercambios comerciales. Los pueblos internados en las regiones selváticas como los Caribes, Yariguíes y Muzo llevaban una vida más salvaje y aislada, evitándo usualmente el contacto e incluso defendiéndose de manera violenta. En cambio, la mayoría de los pueblos asentados en las áreas abiertas del territorio actual de Colombia hablaban lenguas relacionadas que se agrupan actualmente como Chibchas. Entre ellos se cuentan los Arhuacos, Chimila y Kogi en la costa atlántica, los Embera y Catío en la región Caribe, los Cuna en la frontera con Panamá, los “Motilones” y Guanes en el norte de la cordillera oriental y los Paez en el suroccidente. Antropológicamente eran semejantes a los Tupi del norte de Brasil, pero su ubicación geográfica los condujo a desarrollar una cultura propia, caracterizada por un carácter pacífico que tendía a protegerse de las tribus guerreras. En particular la meseta que se extiende entre las capitales Bogotá y Tunja sobre el tramo central de la cordillera oriental fue ocupada por un conjunto de pueblos Chibchas conocidos como los Muiscas, que en lengua Chibcha no significaba otra cosa que “hombres”.

Estilo de vida:
En el momento de la conquista la mayoría de los pueblos indígenas en Colombia eran sencillos cultivadores que sabían trabajar las aleaciones metálicas y construir fortalezas, caminos y puentes colgantes. Los Muiscas habían alcanzado un alto grado de organización política y social, distinguiéndose por ello incluso de otros pueblos Chibchas, sin haber alcanzado aún la categoría de imperio (a diferencia de los Incas). El estado Muisca estaba compuesto por varias comunidades, cada una con un gobernante llamado cacique. El heredero de cada cacique era el hijo de su hermana, al igual que en otras culturas indígenas de Suramérica. El poder estaba centralizado en dos comunidades que hoy en día corresponden a las ciudades de Bogotá y Tunja, las cuales flanquean la meseta central. Entre los diferentes cacicazgos existía un consejo político presidido por el cacique de Suba. Los cacicazgos rivalizaban frecuentemente por la hegemonía de todo el territorio, aunque por tratarse de pueblos eminentemente pacíficos estas batallas nunca tuvieron una repercusión decisiva en su organización política. El estado Muisca también se preocupaba por conservar la pureza de las castas, entre las que se contaban monjes, guerreros, granjeros, comerciantes y artesanos. Estos últimos producían artesanías de cerámica o metales preciosos, esmeraldas y tejidos de algodón estampados. Los Muiscas también trabajaban la sal en minas como la de Zipaquirá, creando una red de comercio basado en el “trueque” (intercambio) que cubría un gran área del actual territorio colombiano.

Los gobernantes de Bogotá y Tunja establecieron un código de normas y costumbres para sus súbditos. Este catálogo de leyes contemplaba privilegios para las clases altas, reglamentaba la herencia y el cobro de impuestos y establecía un fuerte sistema de penalización de delitos. Como en otras sociedades indígenas, la pena de muerte y las ofrendas humanas eran comunes entre los diferentes pueblos Chibchas. En su religión estaba contemplada la vida después de la muerte, por lo cual se rendía gran culto a los muertos. Los caciques eran momificados y enterrados o puestos en cuevas en compañía de sus amantes y sirvientes preferidos, recipientes con alimentos, vestimentas, joyas y armas. El gobernante de Bogotá una vez muerto se le ponía en un sarcófago de oro que era sumergido en una laguna sagrada, aunque solo los Jeques (sacerdotes) podían acompañar el entierro. Aunque los Chibchas eran de carácter más bien reservado, las ceremonias públicas como la de la Madre Tierra Bachué eran celebradas con ofrendas de oro y esmeraldas, cantos tradicionales, danza y con una bebida fermentada de Maíz llamada chicha.
El ocaso: Transformación en una nueva sociedad:
La meseta oriental entre Bogotá y Tunja jugó un papel decisivo en la constitución de una unidad administrativa española en el Nuevo Reino de Granada. Cuando Don Gonzálo Jiménez de Quesada colonizó estas tierras en 1537, los Chibchas estaban en pleno proceso de desarrollo social y político. En el proceso de colonización se apresó, torturó y eliminó a los gobernantes indígenas, lo cual disolvió al pueblo Chibcha como nación. En un principio los indígenas fueron relegados a asentamientos cercanos a las nuevas fundaciones españolas y en repetidas ocasiones intentaron escapar a los valles o incendiar las nuevas ciudades. Sin embargo, su caracter dócil finalmente los condujo a ser integrados por medio de las llamadas “encomiendas” (repartición de indígenas) como una clase de servicio para los colonizadores y su descendencia. Es evidente que la población Chibcha no podía ser erradicada a pesar de haber sufrido un fuerte periodo de explotación por parte de los primeros conquistadores, pues sin la mano de obra varonil y la fecundidad de las mujeres indígenas no habría sido posible para los españoles la conquista de las cordilleras colombianas. Los Chibchas entraron desde entonces en un proceso de mestizaje paulatino del cuál proviene el grueso de la población colombiana, y aunque ya nadie habla su lengua desde hace varios siglos, su legado sigue vivo hasta nuestros días.
Autor: José David Montoya Solano
Bibliografía:
- BAYERN, von. Reisestudien aus dem westlichen Südamerika. 1908.
- FRIEDE. Invasión del país de los Chibchas. 1966.
- KEY, R. The grouping of South American Indian languages. 1979.
- PRIEN, J. Die Geschichte des Christentums in Lateinamerika. 1978.
- SCHMITT (Herausgeber), Europäische Expansion, 1: Mittelalterliche Ursprünge. Verlag C.H. Beck, München 1986.
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